12 Mar Mis relatos de vida
INTRO
En algún momento de mi maravillosa experiencia como ser humano entendí que todos somos extraordinarios, porque en cada uno hay una singular historia para contar. La mía empieza entre el verde silencioso sobre el filo de una montaña en Santa Rita, corregimiento del municipio de Ituango, un pequeño pueblo muy alejado de las grandes ciudades que me permitió vivir conectada a lo esencial.
“LA DECISIÓN”
Soy la segunda de cinco hermanos y cuando tenía un poco más de cinco años, una profesora del pueblo le recomendó a mis papás entrarme a la escuela, (aún no había preescolar en Santa Rita) para que compartiera con otros niños y dejara la timidez, además porque se veía que era una niña inteligente. Fue por esta razón que a los diez años ya estaba lista para entrar al colegio; sin embargo, en ese momento no fue posible porque, aunque siempre tuvimos lo necesario gracias a Dios y a la dedicación de mis papás, la situación económica no les permitía tener a sus cuatro hijas estudiando a la vez. Por lo tanto, su mejor decisión fue que la del medio, osea Yo, podía esperar unos añitos, mientras se graduaba la hermana mayor, así le ayudaba además a mamá en las obligaciones de la casa.
“LA ESPERA”
Así transcurrieron un poco más de tres años, en los que efectivamente ayudé a mis papás, recogí café y aprendí a cocinar. En el pueblo visitaba y le hacía mandados a las señoras mayores, acompañaba a mi abuela, ayudaba en la iglesia, le cuidé el niño a una profesora y a veces también jugaba… Pero hay algo que recuerdo claramente, y que la verdad no me gustaba, y era que el tiempo transcurría muy lento, o eso parecía, pues esperaba con gran ansiedad ese momento de volver a estudiar. Para este instante con 13 años, la música aún no se había cruzado por mi vida, pero faltaba poco.
“MI ADOLESCENCIA, COLOR DE MARIPOSAS”
Tengo muchos recuerdos de mi adolescencia, pero hay algunos que atesoro con especial cariño, como cuando se empezaban a manifestar en mí los comportamientos de la típica jovencita queriendo utilizar maquillaje, escuchar canciones que hablaban de amor en la Voz de Colombia, ver a los chicos de mi edad con otros ojos, anhelar usar tacones, etc.
Pero como en la finca de café donde pasábamos las temporadas de cosecha y recolección, muchas de esas cosas no eran posibles, en mi fantasía algunas sí lo fueron y mi imaginación comenzó a volar al ver mariposas de tantos colores que rondaban los jardines. Un día que jugué a perseguirlas y logré tener una en las manos, noté que en mis dedos se quedaba ese polvo de colores que llevaban en sus alas, algo para mi muy parecido a las sombras utilizadas en el maquillaje, entonces fui corriendo al espejo para ponerlo en mis párpados y ese fue mi primer maquillaje de adolescencia…
“EL DESCUBRIMIENTO DE MI VOZ”
Volver a estudiar era mi gran sueño y aunque todavía no estaba planeado, pues a mi hermana mayor aún le faltaba un año para graduarse del colegio y ese era el plazo que se debía cumplir, sucedió el milagro que le pedía a la virgen en las noches cuando mi mamá nos reunía a rezar el rosario en medio de un sueño incontrolable. Y nuevamente la intervención de una profesora del pueblo tuvo que ver con que mis papás tomaran esta decisión antes de lo previsto.
Fue esa misma profesora que durante las clases de estética o artística y gracias a su sensibilidad, se dedicaba a explorar entre sus alumnos a ver qué talentos existían. El día que todos tuvimos que salir al frente a tararear alguna canción y cuando en medio de mi gran timidez, salieron de mi boca unas notas afinadas y armoniosas, la gran sorpresa fue no sólo para ella, sino también para mí, pues era la primera vez que cantaba en mi vida y no tenía ni idea de mis aptitudes para el canto. Ese día experimenté mi primera gira como cantante cuando la profesora me llevó a la sala de profesores y donde el rector para mostrar su gran descubrimiento…
“MI PRIMERA VEZ EN TELEVISIÓN”
Como en el colegio y en el pueblo yo ya no era una chica del común, sino “la que cantaba”, cuando había actos públicos era invitada especial dentro de la programación. Recuerdo que en una celebración del veinte de julio en el parque principal al que asistía mucha gente, entre ellos los guerrilleros, quienes muchas veces ejercían como “autoridad” o personajes nuevos del pueblo, fui invitada a interpretar los himnos y ahí pasaron dos cosas que de alguna manera marcaron lo que vendría en los siguientes años de mi vida.
Fui grabada por primera vez mientras cantaba, en una cámara de video que tenía un guerrillero recién llegado al pueblo. Pero la novedad fue que en la noche esa grabación fue proyectada en uno de los pocos televisores que existían en el pueblo y que el lugar estaba tan lleno de gente como cuando había un bingo. Logré entrar a ese lugar poco apropiado para jovencitas, pero como yo era la protagonista de la escena, alguien me acercó y me encaramó en una banca para que pudiera verme y disfrutar del espectáculo.
Lo segundo que marcó mi vida, es que a partir de ese momento en que estuve expuesta ante los ojos de muchos, un guerrillero que parecía ser especialmente sensible por el tema de la música quisiera ser mi amigo, o mi pretendiente y estuviera tan pendiente de mí, me regalara casetes de Violeta Parra y Mercedes Sosa, hasta el punto que tuve que dejar mi amado pueblo por el temor de ser reclutada con el pretexto de su gusto por la música…
“LA SOMBRA”
De aquella etapa alrededor de mis 15 y 16 años tengo muchas historias por contar, pero como algunas podrían sonar un poco tristes y/o trágicas, hoy daré un salto para recordar el momento en el que cantar se había convertido en la mejor manera de invertir mi tiempo y de expresar mis emociones.
Conocer más mi voz cantada, me seguía causando mucha curiosidad y empezar a explorarla aprendiéndome canciones que intuitivamente consideraba apropiadas para mi, era uno de mis mejores pasatiempos. Fue en esa búsqueda que supe de la existencia de Claudia de Colombia quien se fue convirtiendo en mi mayor referente, tanto así, que sin intención terminé imitando su voz y mi mejor repertorio tenía canciones como “Niégalo”, “Tu Me Haces Falta”, “La Sombra”. Esta última según dicen, la cantaba igualito y causaba sensación, pero así mismo fue la causante de mi distanciamiento con doña Claudia, ya que los amigos me lo empezaron a decir como apodo y eso de ser o estar a “La Sombra” de alguien no es bueno ni en chiste…
“MI VOZ ME TRAJO A LA CIUDAD”
Poco a poco seguía creciendo como cantante. Pasé de presentarme en el colegio y en los actos públicos de mi pequeño terruño Santa Rita, a ser la ganadora del festival de la canción más importante del pueblo, esto creo que gracias a mi dedicación e interés por los consejos y asesorías que me daba otra profesora, que alguna vez había participado también en concursos de la canción. A ese premio le siguieron otros lugares destacados a nivel municipal, regional y muy rápidamente a nivel departamental, como el caso de mi llegada al Festival Antioquia le Canta a Colombia.
Fue así como mi voz me trajo a conocer la tan anhelada ciudad, esa Medellín de la que hablaban mis tías y a la que yo quería llegar cuando fuera grande para “salir adelante”, a la que también le temía tanto porque decían que uno se podía perder, esa que en las noches era tan llena de luces y tan potentes comparadas con los faroles con los que alumbrábamos en la finca, que sólo mirarlas ya era un espectáculo para mí, una ciudad donde las calles eran tan amplias como la cancha del colegio y con tanta gente que las cruzaba sin saludarse entre ellos y a mí que me habían enseñado que siempre había que saludar, donde había tantas cosas para ver, que los días parecían demasiado cortos, y donde también se escucharía mi voz por primera vez.
“ÁNGELES EN MI CAMINO”
Después de haber conocido la ciudad, permanecí un año más en Ituango, eso sí con mucha nostalgia por no poder ir a mi Santa Rita porque todavía andaba por ahí el comandante aquel y no considerábamos prudente volver. Ver todas las oportunidades que efectivamente me brindaba la ciudad, se fue convirtiendo en otro objetivo y al finalizar mi año escolar, el de noveno grado, decido viajar a Medellín a quedarme donde una amorosa familia que me ofreció su casa para que pasara vacaciones. Pero no me quedé quieta solo ahí. Tenía las intenciones de que esos días fueran más productivos. Sabía que tanto mi hermana mayor como muchas otras personas del pueblo, habían conseguido trabajo en la empresa de un paisano que acogía a quienes llegaban a la ciudad buscando oportunidades, decidí buscarlas también para mí. Fue así como llegué donde don Marcos Roldán y a la semana siguiente ya estaba trabajando, después de haber cumplido con una serie de requisitos, ya que aún era menor de edad.
Decidí entonces quedarme definitivamente, así que empecé a planear lo que haría para efectivamente “salir adelante” que era la frase con la que nos referíamos en el pueblo a cumplir los sueños. Para el siguiente año me acogió otra linda familia del pueblo que ya llevaba años en la ciudad y como mantenía mi empleo, busqué entonces un colegio nocturno para terminar el colegio y así poder seguir trabajando en el día. Hice los dos años que me faltaban en uno y a la vez seguía buscando oportunidades para cantar, y efectivamente se dieron, tanto así que recibí mis primeras lecciones de técnica vocal también gracias a otros ángeles que siguieron apareciendo en mi camino…
Hoy daremos un gran salto en mi historia, para cerrar este ciclo y volver al presente, porque tengo muchas noticias nuevas por compartirles y no veo la hora. Ustedes me han demostrado que se alegran con las cosas bonitas que me pasan y por eso les quiero contar en primicia todo…
A medida que me iba involucrando más con la música, fue predominando también el gusto por las canciones de gran exigencia vocal. Pronto vi la necesidad de complementar esas primeras lecciones, con una técnica que me permitiera abordar este tipo de repertorio. Fui entonces al único lugar del que tenía referencia hasta ese momento que era Universidad de Antioquia y al llegar, simplemente pregunté que si ahí enseñaban a cantar a lo que me respondieron con cara de “oigan a esta”, que debía cumplir un sinnúmero de requisitos.
Me fui triste, pero todavía con mis sueños intactos y empecé por inscribirme a un curso de iniciación musical. Un día mientras leía las carteleras, vi que pronto habría inscripciones para cantantes y que yo cumplía realmente con casi todos los requisitos, ya que, por mi edad 19 años, no exigían los conocimientos de los que me habían hablado cuando yo pregunté.
Cuando llegué a la audición me encontré con la sorpresa que uno de los jurados era la maestra Teresita Gómez, de la que ya tenía referencia por su brillante carrera. Me pregunto: ¿Qué vas a cantar mijita? y cuando le respondí no solo se emocionó, sino que se sentó al piano para acompañarme ya que se trataba del pasillo “Amo” de Arnulfo Briceño que le encantaba. Hoy cuento orgullosa que soy egresada de la Facultad de Artes de la U. de A. y que de mis siete años allí, me quedan grandes aprendizajes, amigos del alma y muchas satisfacciones.
Hoy, feliz con tantas experiencias de vida y de cantos, agradezco inmensamente a quienes han sido mi apoyo en este viaje de crecimiento personal y musical. Ahora, el propósito es seguir entregando mi voz y que se sigan expandiendo los caminos al conectar con las emociones más sublimes, elevar el espíritu y resonar en los oídos de ustedes, que ahora me leen, escuchan, que serán siempre mis invitados especiales y mejores cómplices.
“LA TÉCNICA VOCAL”
Mis influencias musicales que empezaron con Claudia de Colombia, se afianzaron muy pronto en torno a la música tradicional de la región andina colombiana. De esas primeras veces que estuve en Medellín, una de ellas me causó mucha ilusión porque fue con la promesa que me llevarían donde un señor experto en acompañar a cantantes que interpretaban música colombiana y me daría una asesoría por haber sido elegida para representar al norte de Antioquia en un festival. Como aún era menor de edad, me acompañaron desde Ituango la misma profesora que me descubrió en un salón de clases a mis 14 años y otro profe del municipio que era un gran líder.
-Vale mencionar aquí que siempre tuve el apoyo de la gente de mi municipio desde lo oficial, hasta los que trabajaban desinteresada e intensamente por la cultura-
Cuando estuve frente a aquel amable señor, el maestro John Castaño, otra vez me temblaban las piernas, se me secaba la boca y hasta se me agotaba el aire como la primera vez que canté, y más aún cuando toma la guitarra y me dice: ¿qué quieres cantar? Después de unas miradas al infinito, algunas sonrisas nerviosas y un sudor incontrolable en las manos, logro recuperar el aliento, canto lo mejor que puedo el vals “Cuando voy por la calle” y al terminar él me dice: Muy bien, pero ahora cántalo con tu voz, no con la de Claudia de Colombia, cosa que me deja totalmente desubicada. Sin embargo, me explica las razones de su comentario y sin ser experto en técnica vocal, me da algunos consejos, trucos de respiración y ejercicios de vocalización que yo me aprendo rápidamente, me voy muy ilusionada y casi obsesionada a practicarlos todos los días, hasta cuando vuelvo a la siguiente asesoría y me dice: Felicitaciones has mejorado muchísimo, ¿quién es tu profesor de canto?
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